Algo pasó en el mundo. En un abrir y cerrar de ojos, el pistacho dejó de ser solo un fruto seco para convertirse en un fenómeno cultural. De pronto, las redes se tiñeron de verde suave, las heladerías agotaron el sabor del momento y marcas de todo tipo—desde alfajores hasta colchones—encontraron en el pistacho una excusa perfecta para acercarse a sus seguidores.
Nadie lo presentó, pero el pistacho se adueñó de la escena. Lo que siempre fue un producto más se convirtió en el disparador de una ola creativa transversal.
Pero toda esta reinvención nos abre a nosotros un dilema clave. La pregunta que debemos hacernos no es por qué ocurrió, sino: ¿qué podemos aprender de esto? ¿Qué nos dice sobre el branding, la construcción simbólica y el poder de detectar (y actuar sobre) una microtendencia en tiempo real?
Lo más interesante de este fenómeno es cómo un simple fruto seco logró transcender su categoría. Se volvió símbolo de elegancia, sofisticación y estética limpia. El pistacho se convirtió en lenguaje. Y eso es oro para las marcas.
Pasó de ser ingrediente a ser símbolo. Un "lujo pop" que cualquier marca puede usar para transmitir algo más: detalle, cuidado, selección, distinción. Y todo sin caer en lo pretencioso. Esa es una combinación poderosa para conectar con audiencias que buscan autenticidad sin solemnidad.Casos que escalaron la tendencia y dejaron enseñanzas.
La marca de alfajores se adelantó con el Alfajor Dubai, que más que un lanzamiento fue una declaración de principios. Con un naming que sugirió lujo y exotismo, un packaging verde pistacho combinado con dorado y una estética sobria pero magnética, Havanna dejó claro que entendía la tendencia más allá del color o el ingrediente. La conversación se disparó en redes y el producto pasó a ser meme, antojo y objeto de deseo.
Aprendizaje: No se trata de seguir una moda, sino de darle un marco narrativo propio. El pistacho no fue el fin, sino el punto de partida para contar algo nuevo sobre la marca.
La marca de colchones Calm entendió que el pistacho no era una excusa para vender, sino una oportunidad para conectar. Lo hizo con un solo posteo en LinkedIn, que decía: “En marketing no todo es sobre tu producto. A veces, la conversación del día gira en torno a pistachos. Y ahí también hay una oportunidad.”
Ese gesto fue pequeño, pero su impacto enorme. La marca no intentó vender nada, sino mostrar atención, velocidad y criterio.
Aprendizaje: Se puede capitalizar una tendencia incluso sin relación directa con tu producto. Lo importante es tener una voz clara y saber cuándo usarla.
1. No necesitás estar en la categoría para participar.
No hace falta vender el producto de moda para integrarse a la conversación. Lo importante es encontrar un punto de entrada desde el universo simbólico de tu marca. Puede ser:
Lección: Si tu marca tiene algo que decir desde su lenguaje simbólico, puede entrar en casi cualquier conversación cultural. La clave está en cómo, no en qué vendés.
2. Las tendencias son excusas para mostrar personalidad
La pregunta no es si la tendencia durará. La pregunta es: ¿puede ayudarte a contar algo relevante de tu marca hoy? Si la respuesta es sí, entonces sirve. Porque en tiempos de sobreinformación, cualquier oportunidad para diferenciarte y generar conexión emocional es valiosa.
Lección: Las tendencias no son modas que hay que seguir, son espejos donde podés reflejar lo que tu marca ya es. Solo tenés que elegir el ángulo correcto.
El pistacho logró resignificarse sin una gran marca madre ni una mega campaña. Fue un rebranding silencioso, cultural. Apoyado por chefs, diseñadores, creadores y marcas que lo adoptaron como elemento visual y simbólico.
Lección: No todo cambio necesita millones de inversión. A veces, basta con alinear una serie de signos culturales y emocionales para que tu producto cobre nuevo sentido.
4. El valor está en el encuadre
El pistacho no cambió su esencia. Sigue siendo el mismo fruto seco. Lo que cambió fue el contexto: hoy aparece en heladerías boutique, empaques minimalistas y marcas premium. Eso elevó su valor percibido.
Lección: Piensa en tu producto o servicio. ¿Estás mostrando su mejor cara? ¿Podrías re-encuadrarlo para que se perciba de otra manera?
5. Las comunidades amplifican
El pistacho se volvió meme, color, filtro, sabor, hashtag. Porque no se trató sólo de una propuesta de consumo, sino de un estilo de vida. Foodies, diseñadores, fans del packaging: todos encontraron algo propio en él.
Lección: Las marcas no solo deben buscar clientes, sino co-creadores. Personas que se apropien, jueguen y multipliquen el mensaje.
Esto no es solo teoría. Hay acciones concretas que se pueden implementar hoy mismo:
Testear en chico, escalar en grande: No hace falta lanzar una campaña entera. Un buen meme o un posteo con timing puede ser el inicio de algo más grande.
El pistacho fue excusa, no causa. Lo que de verdad funcionó fue una combinación de elementos culturales, estéticos y emocionales que supieron articularse con agilidad. El aprendizaje para cualquier equipo de marketing es claro: cada categoría esconde oportunidades dormidas.
Lo importante es saber contar su historia de forma relevante.
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